UN TRABAJO REAL

“La labor del niño es poco pero el que la pierde es un loco...” dice un refrán, que en sus distintas variantes, aparece en las colecciones regionales españolas y en las de otras naciones, al identificar algo tan universalmente arraigado como es el trabajo infantil. Esta expresión, hoy relacionada con la salvaje explotación de la mano de obra de niños y niñas, también lo está con la tradicional colaboración de los pequeños en los trabajos familiares, que además de restar carga a los mayores de la casa, facilitaba la aprehensión de los valores ligados al esfuerzo. Aunque las distancias sean evidentes, algo parecido se puede decir de los hijos de los reyes, que en las distintas monarquías que en el mundo ha habido y de momento sigue habiendo, también han “trabajado” y colaborado en las tareas familiares, casi siempre ejerciendo un papel de figurantes-participantes en las ceremonias y diversos actos protocolarios protagonizados por sus padres y abuelos. En los reinos que a partir de los RRCC fueron llamados España, tanto príncipes y princesas -herederos al trono- como infantes e infantas, tuvieron un papel muy activo en las representaciones regias. Pero especialmente a partir de Isabel II, el papel del heredero/a toma un protagonismo especial como depositario de un simbolismo ligado a la renovación y, por tanto, supervivencia de la institución. Cuando en 1858 se diseña el viaje de Isabel II por Castilla, León, Asturias y Galicia, a celebrar en los meses de verano, no se tiene ninguna duda en el importante papel que el pequeño Alfonso, nacido en el mes de enero, iba a desempeñar en ese recorrido. La Reina mantiene siempre muy cerca a su pequeño, y no duda, por ejemplo, en ofrecerlo al pueblo desde los balcones del palacio, vestirlo de “aldeano” para ir al al paseo del Bombé e incluso, subir a pie, con el niño en sus brazos, el último tramo de carretera hasta Covadonga, mientras es aclamada y aplaudida por la muchedumbre.
Por ello, no debe extrañar la incorporación de las pequeñas Leonor y Sofía en los actos oficiales protagonizados por el rey. Si se considera que “una imagen vale más que mil palabras”, la protagonista de esta reciente apertura de la nueva legislatura es la de la nueva Familia Real, renovada y sobre todo, refrescada con estas dos pequeñas, una de las cuales, la princesa Leonor, está llamada – salvo que se produzca una profunda transformación institucional- a cumplir el papel que hoy representa Felipe VI. Su grado de participación en los actos oficiales será, sin duda, estrictamente controlado, medido y planificado, pues, -estamos en el siglo XXI-, no se puede olvidar que es una niña y como tal debe crecer. Sin embargo, cuesta trabajo creer que la voraz maquinaria de la institución monárquica no aproveche esas cualidades a las que antes nos referíamos -frescura, inocencia, pureza, esperanza- y las utilice en pro de su imagen.

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