OBAMA, EL PROTOCOLO Y LAS NUEVAS TECNOLOGÍAS

La lamentable imagen que estos días dio la vuelta al mundo, en la que vemos a Obama, Cameron y la primera ministra danesa Helle Thorning Schmidt fotografiándose, sonrientes, mientras participan en un acto celebrado en memoria de Mandela, tiene, al menos, un efecto positivo: comprobar lo ridículos que nos pueden llegar a hacer los usos cotidianos de las nuevas tecnologías. La imagen tiene importancia y trascendencia, pues está protagonizada por dos importantes y conocidos mandatarios, a los que acompaña otra algo menos conocida, pero presidenta de un gobierno, al fín y al cabo. Tres gobernantes que están representando a su estado en una ceremonia que se realiza en memoria de Nelson Mandela, que fue Premio Príncipe de Asturias de Cooperación Internacional, en 1992, Premio Nobel de la Paz un año más tarde, además de primer presidente negro de Sudáfrica de 1994 a 1999. El protocolo fue inventado por el hombre para que hubiera unas reglas de comportamiento y actuación durante los actos más solemnes. En la vida cotidiana no es necesario el protocolo, son suficientes unas sencillas y básicas normas de cortesía, que van evolucionando según avanzan los siglos y que regulan cómo saludar, comer o dirigirnos los unos a los otros, de forma natural. Sin embargo, en episodios destacados como puede ser una boda, la firma de un acuerdo comercial con otra empresa, un homenaje...en esos momentos, los gestos espontáneos son sustituídos por otros más formales y contenidos, acordes con la trascendencia del momento. Dan muestra de cultura y educación, recogen los rasgos de la tradición histórica y, sobre todo, solemnizan momentos importantes. Las funciones de representación de los gobernantes les obligan, frecuentemente, a participar en actos protocolarios, que en la mayoría de las ocasiones son transmitidos por los medios de comunicación. Gracias a los medios se sabe cómo van vestidos, cómo se saludan e incluso, se perciben los gestos de agrado o de enfado, según avance el ritmo de las negociaciones. Sus jefes y jefas de protocolo les indican la forma de entrar, saludar, mirar a la cámara. Incluso les enseñan a controlar sus gestos y posturas, para que la “comunicación no verbal” sea capaz de evidenciar, siempre, un estado de ánimo positivo. Firmeza, valor, tesón, energía, optimismo, esperanza... el surtido es amplio y variado, y cada día, los gobernantes se afanan en obedecer con disciplina las indicaciones, para conseguir trasladar el efecto deseado. Algunos son capaces de dotar a sus papeles de naturalidad, lo que los hace más creíbles e incluso, más queridos por el ciudadano, que debe ser capaz de interpretar correctamente los mensajes. Queda fuera de toda duda que la irrupción de las nuevas tecnologías y el uso masivo de las redes sociales, facilita el trabajo y las relaciones sociales. Especialmente, ha modificado con intensidad la vida de los ciudadanos...y la de sus gobernantes, que además de cumplir con sus responsabilidades políticas y ejecutivas y representar su papel en los actos protocolarios, deben lograr una presencia inmediata y continua en los medios. Sobre todo, es importante que alcancen visibilidad en las redes sociales, el sistema de comunicación más rápido y democrático del mundo, capaz de ayudarles a conseguir algo que todo buen político aprecia inconmensurablemente: la popularidad. A lo largo de la Historia, ésta fue tomando diferentes formas, como es natural, y fue evolucionando adaptándose a los cambios sociales que se fueron generando, hasta llegar a la imagen actual, más frívola e informal, en la que “saltarse el protocolo” se interpreta como una señal de cercanía y naturalidad. Desconozco la reacción de los jefes de protocolo de Obama, Cameron y Schmit cuando comprobaron que la foto se difundía a toda velocidad a través de las redes sociales. Quizás se disgustaron porque sus presidentes no habían hecho bien los deberes o se conformaron con criticar el tremendo error en la organización del acto, que contrató como intérprete de signos a un impostor. Puede ser que, sin embargo, estén satisfechos, pues a lo mejor, pertenecen a esa nueva hornada de profesionales del protocolo que, dispuestos a todo con tal de que el acto comunique y llegue a los ciudadanos, se olvidan de que el fín no justifica los medios. La “infantilización de la sociedad” ha llegado a los actos protocolarios. Menos mal que, a los millones de admiradores que la genial figura del líder negro tiene en el mundo, les quedará el recuerdo de la imagen del pueblo sudafricano vestido con ropas multicolores, recordando con alegría a “Madiba”, cuya figura siempre estará por encima de Obama, el protocolo y las nuevas tecnologías y que al ritmo de “The Specials” nos acompaña desde hace muchos años. Free, Nelson Mandela.

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